viernes, 1 de junio de 2007

"El silencio del Islam", por Carlos Morales

Derrick Santini


EL SILENCIO DEL ISLAM
Carlos Morales

Revista Malena, nº 2, Marzo de 2006.




Desde aquel fatídico 11 de septiembre hasta el día de hoy, las comunidades musulmanas han tenido oportunidades y motivos más que suficientes como para iniciar un proceso de reflexión crítica sobre sí mismas semejante a los que, desde mediados del siglo XX, han venido haciendo los miembros y las jerarquías de otras confesiones religiosas y, de un modo muy concreto, las de la Iglesia católica y romana. La última la dejaron pasar en Ratisbona, en donde el papa Ratzinguer hizo un llamamiento en alta voz a la asamblea de creyentes a acentuar los vínculos entre la razón y la fe, para concluir abominando de la violencia ejercida en nombre de Dios por sus adoradores. Lo único que se le podía reprochar a sus palabras es haber obviado el papel que, en las breves etapas en que no estuvo dominada por los fanáticos del desierto, jugó la cultura islámica española en la llegada de esa misma “razón” a la Europa católica de los primeros siglos medievales.
Más allá de los aspectos más controvertidos de su discurso, las palabras de Ratzinguer en Ratisbona hubieran merecido una respuesta racional de similar altura, y no los llamamientos a la ira, a la quema de iglesias o al asesinato de monjas realizados por la asociación mundial de clérigos musulmanes en protesta por algo con lo que –en principio– parecían estar de acuerdo. Semejante respuesta, que por desgracia parece dar la razón al Papa de Roma, no es la propia de seres racionales sino la manifestación más alta del rencor de quienes no sólo no se atreven a leer lo que critican, sino que, además, al parecer no conocen otro modo de purificar el alma de los creyentes que el de –simplemente– cortarles la cabeza.Ante esta deriva totalitaria de los sacerdotes de Alá, uno hubiera deseado escuchar, al menos, la voz clara y precisa de los intelectuales –religiosos o laicos– del mundo musulmán, marcando distancias con esa visión febril del radicalismo islámico a la que, con vocación totalitaria, parecen inclinarse los imanes; una voz serena y autocrítica con los manifestaciones más oscuras de una religión que aspiran a controlar todos los aspectos de la vida de quienes han caído bajo el peso formidable de su totalitarismo; una voz en alto tras la que se adivinara –al menos en sus ciernes– no ya la intención de separar la esfera de lo cívico de la de lo sagrado sino la intención de una parte de la sociedad civil de depurar los cánones del islamismo de sus resortes más violentos y abominables; una voz sencilla, capaz de penetrar en el espíritu de la buena gente musulmana, para inmunizarlo –desde dentro– ante el rencor apocalíptico de ese clero musulmán que tantísimo dinero recibe de los gobiernos teocráticos que ahora piden disculpas para empezar a hablar de reconciliación y encuentro...
Pero no, detenidos y quietos, los intelectuales islámicos no saben, o no pueden, o no quieren responder a sus demonios. Quienes realmente insultan o manchan al mundo musulmán no son las palabras de un papa o los controvertidos dibujos de un periodista gráfico holandés, sino los que practican ablaciones a sus adolescentes; los que lapidan a sus adúlteras; los que asesinan a sus jóvenes por cuestiones de honor; los que lanzan a la calle a la gente sencilla que no tiene que comer, y también los que callan ante tanta locura.Y qué decir de los musulmanes de Occidente? Se manifestaron virulentamente cuando en Francia se prohibió el chador y cualquier símbolo religioso en las escuelas, pero se quedaron en sus casas cuando vieron caer las piernas de Manhattan sobre el Hudson aquel fatídico 11 de septiembre, mientras las mujeres palestinas recibían la masacre con un alegre ulular, sacralizando con júbilo a los autores de la gran matanza y celebrando las razones de una eterna yihad contra los infieles de Occidente. Protestaron con grandes y sonoras algaradas contra aquella “blasfema herejía” que supuso poner rostro al gran profeta, pero se ocultaron en sus casas tras el asesinato masivo por un comando islámico checheno de trescientos escolares en Beslán, o se inhibieron bajo el burka protector de levantar la voz y manifestar su espanto ante los trenes retorcidos de Madrid, donde doscientos seres inocentes acabaron convertidos, por Alá, en crisantemos rojos. Se quejaron en Londres de que la policía espiaba los discursos de los imanes sospechosos de llamar en sus centros religiosos a la guerra Santa, pero tuvieron el coraje de salir a sus calles con pancartas de ánimo a Al Qaeda, frente a la mirada atónita de una policía que estaba obligada a defender para ellos la libertad sacrosanta de expresión, a pesar de que, alabado sea Alá, todavía humeaban los trenes de Londres con cincuenta personas calcinadas dentro…
No. Son los propios musulmanes los que deben responder a esta barbarie, con el mismo vigor con que nosotros lo hicimos a las nuestras. Pero conviene que lo hagan ahora, cuando todavía hay tiempo para recuperar la confianza y establecer otros cauces más serenos y más anchos para convivir. La Civilización de Occidente, que tanto denigran, está dispuesta a hablar, pero no con quien pone bombas y pistolas encima de la mesa. Murieron más de sesenta millones de europeos y americanos para aplastar en Hitler la última de nuestras abominaciones, y no creo que, después de tanta sangre, sepamos ahora dejarnos degollar por otra, por mucho que nos llegue oculta bajo el ropaje transparente de una bella hurí del paraíso.



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5 comentarios anteriores:
mi despertar dijo: Increible lo que escribiste. me dejaste pensando (17 de mayo de 2007 22:24)
jose antonio dijo: Hola Carlos, interesantisimo tu blog, me ha encantado, espero que siga creciendo.Te respondo aqui tambien a tu pregunta, el autor de todos los trabajos soy yo, espero que te hayan gustado.Te animo para que sigas trabajando en tu blog y en ese proyecto editorial, como he dicho antes, con ese nombre tan bonito, seguro que es un exito. Un fuerte abrazo! (18 de mayo de 2007 8:49).
Anónimo dijo: ¿Y por qué tenemos que seguir el mismo camino que Occidente? ¿Acaso se vive mejor en sus sociedades materialistas? Hay mucho antimusulman suelto, gente que falta al respeto continuamente a mi pueblo. Y Ud. es uno de ellos, un sionista al servicio de norteamérica. Cuidese. Las pesonas como Ud. no tienen más futuro que la exterminacíon. A. A.
(19 de mayo de 2007 20:53)
Anónimo dijo: Señor A. A.¿Realmente Ud no cree que algo tienen que cambiar en su religión? ¿No le rechinan los dientes al ver a las mujeres lapidadas, o a esas muchachas degolladas por enamorarse simplemente de muchachos de otras religiones? Estoy de acuerdo con Carlos Morales, aunque yo no tengo como él la esperanza de que el mundo islámico vaya a cambiar, si quiera un poco. Udes tienen todo el derecho de no hacerlo, pero luego aténganse a las consecuencias. Porque yo no voy a dejar que me deguellen, la verdad. Y aprovecho esta espacio para dedicarle toda mi solidaridad a Carlos Morales, y para felicitarle también por la solidez y elegancia de su blog.Riánsares Domínguez. (22 de mayo de 2007 6:51)
Lenocinio Pérez dijo: Vaya con AA (sólo le falta una tercera A para ser la triple A: aquella cosa fascista, aunque el fascismo le sale por los poros con esa amenaza de “exterminación”). Y el caso es que con sus planteamientos le da más que la razón al blogmaster. Est@ AA no deja de ser sino un cazurro (lo mismo no conoce la palabra, pero para eso están los diccionarios, de paso aprovecha para leer y con un poco de suerte se le abre el cerebro).Sus planteamientos son totalmente rancios. Desconoce el sentido de conceptos como diálogo, debate, entendimiento, autocrítica. Y claro, a la mínima salta con amenazas. Lo mismo que Goering cuando presumía de que cada vez que escuchaba la palabra “cultura” echaba mano a la pistola. AA es un ejemplo de cómo ciertas ¿civilizaciones? avanzan retrocediendo. Qué lejos están radicales (¿o habría que decir mejor marionetas?) como él de la antigua civilización islámica, aquella que supo beber de tantas y diversas fuentes: grecolatinas, judías, cristianas, persas. Debería acudir a la historia, a la de verdad, no a los tópicos y falsedades que difunden “intelectuales” de la catadura de un Bin Laden (por cierto, que este personajillo barbado podía inmolarse él en lugar de manipular a otros para que lo hagan en su nombre). Debería, y no es mal consejo, leerse las Mil y Una Noches. Debería dejar de pensar en la arena de desiertos, en camellos rampantes y en montañas que nunca se mueven por mucho que las llame el sin rostro. Debería, eso sobre todo, pensar en lugar de ser un esclavo del dogma. Y debería, por qué no, comer menos estupidez y más jamón. Y de paso tomarse una copa de buen vino.Lenocinio Pérez (23 de mayo de 2007 7:59)

1 comentario:

Ele de Lauk dijo...

Vigente y así será, lamentablemente, por demasiado tiempo.